UNA HISTORIA CUALQUIERA EN UN DÍA NORMAL.

Capítulo 1.

Quizás por cansancio, quizás por vagancia, decidimos apartar nuestros quehaceres diarios y prepararnos para pasar un día normal por las calles de Coruña (es decir que estudiar cero, como la gran mayoría de vosotros, putos acabadores do caldo*).

Tras abandonar el frío hábitat de la perra de la tundra helada de la Siberia Occidental, mi primo (de ahora en adelante lo llamaremos Marco) y yo nos dirigimos a calentar nuestras gélidas gargantas cuando por casualidades de la vida nos dimos cuenta que era preciso acudir a una farmacia para solucionar nuestros problemas físicos (desgaste de tanta trompa). En nuestra búsqueda de la misma comentábamos entre nosotros lo que le diríamos a la farmacéutica (suponiendo que estaría jamonísima); yo decía que “tenía mocos y me dolía la garganta, ¿qué cura me ofreces?”, mientras que marco decía “pues yo le voy a decir que tengo ganas de echar un buen polvo” mientras desde su sucia y calenturienta mente de puto salido, el me comentaba, que la supuesta jamonísima le recetaba todo tipo de perversiones como una morena mujer (la que denominaremos a partir de ahora Carnaza).

Entre tanta fantasía llegamos a la farmacia. Fue tal la desilusión que nos llevamos con el fisico de la farmaceutica (mi primo casi llora), y yo apenas tenía palabras para pedir nada. Por lo tanto, tras adquirir nuevas drogas (para continuar con el desgaste de nuestro cuerpo, claro), continuamos con nuestra búsqueda para calentar nuestro cuerpo (en que coño estáis pensando putos enfermos mentales de mierda).

Camina que camina, encontramos varios bares pero ninguno satisfacía nuestras ansias de obtener algo parecido a Carnaza; hasta que…ZÁS!! Tras una finta de cuello hacia la derecha, tras una vitrina, dos pedazo de culos aparecieron ante nosotros como si en cual museo nos halláramos (museo: lugar donde se disfruta de obras de arte; y un puti no cuenta como museo putos enfermos de mierda, cansinos que sois unos cansinos).

Quizás ante una desmedida muestra de efusividad no nos percatamos de que era un puto antro de mierda, pero lo que nos echó para atrás, fue que con esta pequeña muestra de efusividad habíamos llamado la atención de la gente del interior del antro (incluso de los dos culazos). Tras esto nos decidíamos a entrar pero al llegar a la puerta nos dimos cuenta que tras el cantazo que habíamos dado, necesitábamos reforzar nuestra hombría para entrar (hincha-lo peito), así que nos dirigimos a las tiendas freaks más cerca que encontramos (en este caso, movistar y pcbox). Ya con nuestra hombría renovada nos dirigimos a el antro-museo que habíamos encontrado antes.

Capítulo 2.

Justo antes de entrar en el bar, el ridículo corría por sus venas, y este me comentaba que no era plan pedirse un agua (porque es poco macho) sino que era más conveniente pedir un cubata o un chupito de absenta, a lo que en la cada vez más próxima entrada del bar sus ansias de hombría le hicieron rectificar un chupito por una jarra de absenta (mucho más macho, donde vas a parar).

Una vez dentro nos fijamos que el arte había desaparecido, pero un busto picasiano (un tío con una puta cara de mongólico que no podía con ella) llamó nuestra atención; “em nene ne treo mmm berazz” a lo que, tras este espectáculo fonético, nosotros respondimos “un café y una cocacola”. Una vez sentados nos fijamos que al final de la barra había una chica de no más de 17 años (yo también me fijé que mi primo cambió la jarra de absenta por un botellín de cocacola). Yo me senté de espaldas a la misma y mi primo de cara a ella. No hace falta decir que esa mujer se ganó unas de las frases más célebres de mi primo (entre ellas: te voy a dar en todo lo negro), las cuales pienso que heredó de su padre. Cuando el busto picasiano (de ahora en adelante lo llamaremos mongólico, y en algunos casos mongólico de mierda) nos sirvió nuestras consumiciones y re retiraba hacia su puesto de trabajo detrás de la barra; observo que la cara de mi primo muta hacia una mezcla de sorpresa y horror, la cual me resultaba surrealista…

Yo pregunté, ¿qué pasa?, y con voz entrecortada mi primo me contesta: “el mongólico le acaba de dar un morreo a la chavalita” (hay que aclarar que el mongólico no tenía más de 40 pero tampoco menos de 39). Mi cara también cambió, la mente me jugó una mala pasada proyectando en mi cabeza una imagen terrorífica que no os describiré.

Tras esto, más besos (en plan mongólico y con cara de mongólico) y magreos continuaron el espectáculo. Mi primo y yo a causa de nuestro afán por encontrar la verdad absoluta en esta vida comenzamos a debatir sobre el posible porqué de esa relación. Al principio los unicos comentarios que salieron fueron del tipo, pederasta, y pederasta de mierda; luego nos centramos en la frase “a esa tipa le tienen que faltar luces a cojones” (by Marco); a lo que al final concluimos con una recreación de la historia (La Terrible Historia, por Marco).

Capítulo 3. – La Terrible Historia.

Erase una vez un puto mongólico pederasta de mierda (mongólico) y una joven dama con pocas luces (luces), los cuales se encontraban en un lugar desconocido (una habitación blanca, porque la imaginación no nos da para más).

Mongólico: Hola, tengo coche (imaginaros el despliegue fonético de antes pero con esta frase)- intento de guiño de ojo (no fue capaz y cerró los dos).
Luces: Ooooooooohhh!!!

Tras un breve acto sexual (cada uno que se imagine lo que quiera), mongólico deja insatisfecha a luces y se va en bus para casa. Ya en casa…

Mongólico: MAAAAAAAA!!! HAZZZZZMME ZZZZ, ZZZZZOOPA PARA ZZZZ, ZZZEEEENNAR.

Moraleja: tener coche es más importante que tener cerebro.

PD: Finalmente nos dirigimos al nido para que los buitres no acabaran con la carnaza... xDD

SALUDOS PARA TOD@S

(*) Acabador do Caldo: todavía sin acepción conocida. Por Paco Castro, mi Tiopaco.

Con la inestimable colaboración de mi primo MARCO, sin la cual no habria podido realizar este increible post.